Si eres de los que de niño miraban los aviones en el cielo y soñaba con poder volar algún día, , te explicamos a continuación como es la vida de un piloto y lo que conlleva trabajar como tal.

Ante todo, debes saber que la de piloto no es únicamente una profesión, sino una auténtica pasión. Pocas profesiones existen con una componente vocacional tan marcada.

La profesión de piloto está bien considerada, tanto social como económicamente, pero alcanzar esa deseada meta requiere esfuerzo y dedicación.

La vida del piloto no es tal vez como te la imaginas; es ajetreada, movida, irregular, … independientemente del sector de la aviación al que te dediques; línea regular de viajeros, carga aérea, trabajos aéreos, aviación corporativa… de lo que no cabe duda es que, si esperas un trabajo sedentario y monótono, con horarios fijos y residencia permanente en un mismo lugar, ¡este no es tu oficio!

Los pilotos gozan de trabajar en un “despacho” con las mejores vistas que cabría imaginar. Siquiera los más acaudalados financieros de Wall Street disponen de un despacho con panorámicas tan impresionantes como las que disfruta el piloto de avión desde su cabina.  Cordilleras interminables, paisajes increíbles, mares y océanos… Y todo pasa ante sus ojos a velocidad de jet. No resulta extraño entre los pilotos –especialmente aquellos que realizan transporte en línea regular de corto o medio radio, y los que vuelan aviones de carga- pierdan la noción del lugar del mundo en el que se encuentran, aun siendo perfectamente conscientes del punto de partida y de llegada de cada “salto” (así se denominan los trayectos en el argot aeronáutico) que se va a realizar o se ha realizado a lo largo de la jornada. Una jornada que puede haber comenzado a hora muy temprana con la “firma” del vuelo, es decir con la llegada a la oficina de operaciones del aeropuerto de base de todos los miembros que ese día compondrán la tripulación.

La demanda de pilotos profesionales

A pesar de todo, la demanda de pilotos profesionales de avión es cada vez mayor. Uno de los mayores fabricantes de aviones en el mundo, Boeing, afirmó en su último informe de mercado que para el periodo que va desde ahora hasta 2036 se necesitarán alrededor de 800.000 nuevos pilotos en todo el mundo.

Laboralmente, los pilotos como cualquier profesional están sujetos a normativas que determinan el número máximo de horas de actividad laboral al mes. Al año no pueden ser más de 900 las horas acumuladas de actividad. Esas horas se distribuyen, dependiendo de del tipo de rutas –no es lo mismo el corto recorrido que el largo recorrido- determinando los días de actividad, los días de “imaginaria” (disponibilidad sin vuelo asignado para cubrir eventuales bajas), y días libres.  Es decir que, si por un ejemplo, en 15 días se completa el número máximo de horas de vuelo permitidas por ley, el resto del mes quedaría libre.

En la práctica eso no suele suceder, ya que es imperativo legar establecer periodos de descanso entre jornada y jornada, pero sí que permite optar a tener días festivos o vacaciones fuera de los patrones establecidos para la mayoría, y a gozar en general de más tiempo de vacaciones.

Salarios en general situados dentro de la gama que podríamos calificar de “alta”, especialmente para aquellos que acumulan más experiencia, y la posibilidad de poder viajar en vacaciones   con descuentos en billetes de avión y hoteles, tanto para el propio piloto como para toda su familia, son dos de los grandes atractivos que posee la profesión, aunque no los únicos ni más importantes.

Pero… en la vida de un piloto también hay que sacrificar muchas cosas.

Como en todos los trabajos, el de piloto no está exento de sacrificios. Independientemente del segmento en que se trabaje –transporte de viajeros, carga, corporativos, trabajos aéreos, etc…- el ejercicio de la profesión no es a menudo un “camino de rosas” precisamente. Madrugar, levantarse a las 4 de la mañana porque la firma del vuelo que despega a las 7:30 es a las 5.30, y más si la meteorología no acompaña, o despegar a las 9 de la noche para un vuelo de ocho horas (con relevo de tripulación, eso sí, durante el trayecto) no es plato del gusto de nadie… que no esté enamorado de su profesión.

La vida privada del piloto cambia de forma radical en el momento que comienza a ejercer como profesional. Las horas que antes eran libres para estar con los seres queridos y amigos, ahora pasan a ser horas de trabajo; jornadas interminables, muchas de ellas días consecutivos, sin posibilidad de regresar a casa por encontrarse en otro país, o incluso en otro continente, pasan a formar parte del día a día con frecuencia. Poder compaginar la vida de un piloto tanto a nivel personal como profesional puede ser duro, si no existe una mínima vocación y un entorno familiar que preste su apoyo, ante todo. Poder trabajar en la oficina con mejores vistas del mundo, en una profesión bien considerada y retribuida, tiene un precio que bien vale la pena pagar para hacer realidad un sueño.

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