Cuando nos elevamos en altura, no podemos predecir con exactitud que tipo de fenómenos meteorológicos nos vamos a encontrar abordo de un avión.
A pesar de que la mayor parte de los fenómenos meteorológicos se producen en las capas bajas de troposfera, entre el nivel del suelo y los seis kilómetros aproximadamente, y la mayor parte de los vuelos comerciales se desarrollan en su límite superior entre los 10 y los 15 kilómetros de altitud, lo cierto es que en todo vuelo hay un ascenso y un descenso donde se atraviesan las capas más activas meteorológicamente hablando. A pesar de todo, a la aviación sigue siendo el medio de transporte más seguro hoy en día.
Seguidamente, te explicamos algunos de los fenómenos que nos podemos encontrar y qué riesgos conllevan para el vuelo.
Tormentas
Las tormentas son probablemente uno de los fenómenos meteorológicos más temidos para la navegación aérea. Las nubes que las conforman reciben el nombre de cumulonimbos, y su formación de carácter vertical depende del calentamiento solar junto a la presencia de bajas temperaturas en altura y grandes cantidades de vapor de agua.
En el interior de un Cumuloninbo existen fuertes corrientes ascendentes y descendentes que provocan turbulencias extremas, a las que se le puede sumar granizo, precipitación y actividad eléctrica. Las enormes cantidades de agua que se mantienen en suspensión en el interior de la nube dan una idea de la enorme energía presente, capaz de desintegrar un avión si se atreviera a penetrar en su interior. Para hacernos una idea de la enorme masa liquida que representa una tormenta, un Cumulonimbo con una altitud de 6 km, y un ancho y largo de 1 km -es decir, una nube de 6 km3– contendría ¡18.000.000 litros!
Las formaciones tormentosas son detectadas por los pilotos mediante los radares meteorológicos equipados a bordo de las aeronaves, que proporcionan información de la intensidad y localización de la tormenta permitiendo planificar la mejor ruta aérea para sortear los núcleos más activos. Previamente los partes meteorológicos aeronáuticos –los METAR y los TAFOR- advierten con horas de anticipación de la posibilidad de encontrarnos con este tipo de fenómenos.
Los pasajeros durante el vuelo pueden llegar a tener sensación de proximidad a la tormenta, ya que pueden observar la nubosidad o la luz de los relámpagos, pero por lo general el avión pasa a gran distancia de estas formaciones nubosas por lo que el vuelo es absolutamente seguro.
En el siguiente video, podemos ver un ejemplo de la evolución de una tormenta y cómo los diferentes tráficos tienen en cuenta su posición para evitarla, e incluso como realizan esperas en puntos convenidos en los momentos de mayor actividad.
Rayos o descargas eléctricas
Estadísticamente, cada 1.000 horas de vuelo un rayo alcanza un avión. Por tanto, suele ser relativamente común este fenómeno meteorológico. A pesar de estos datos, los rayos no suelen generar daños en la aeronave, ya que actúa como una “caja de Faraday”, manteniendo a salvo sus ocupantes.
Las cargas eléctricas recorren la estructura exterior sin afectar al interior. Los equipos esenciales como el sistema eléctrico, de navegación o combustible, por ejemplo, cuentan con una protección extra para estos casos. No obstante, en ocasiones la descarga puede sobrecargar los circuitos eléctricos de la aeronave o provocar daños en el fuselaje, por lo que tras un impacto de rayo el avión debe someterse obligatoriamente a una revisión antes de realizar otro vuelo.
Como curiosidad, en 1980, la NASA despegó un avión durante una tormenta en la que la aeronave fue alcanzada hasta por 72 rayos en 45 minutos de vuelo. Esto les proporcionó mucha información para combatir y revertir los posibles efectos que pueda tener este fenómeno.
Hielo
Especialmente en los países más fríos, la formación de hielo es uno de los fenómenos que los pilotos más temen.
El hielo en el avión se concentra en las zonas de impacto del aire. Alas, cristales o partes sobresalientes del fuselaje del avión como antenas y sondas. La acumulación de hielo provoca diversos efectos negativos en el avión, como cambios en la aerodinámica de alas y cola o incrementos substanciales de peso. Afortunadamente, los aviones modernos disponen de sistemas “anti frost” que permiten mediante flujos de aire caliente procedente de los motores o resistencias eléctricas bajo las zonas más propensas, evitar la formación de éste peligroso compañero de vuelo.
Por último, las concentraciones de hielo en la pista pueden provocar problemas en los despegues y aterrizajes de las aeronaves. Los aeropuertos donde éste fenómeno es frecuente, disponen de potentes equipos antinieves y antihielos, tanto para lipiar las pistas como para “descongelar” el avión con productos anticongelantes antes de efectuar el vuelo.
Zizalladura
El fenómeno de la zizalladura se produce en niveles cercanos al suelo, en condiciones de inestabilidad atmosférica acusada y con orografías complicadas. Por ejemplo, con tormentas en zonas próximas y en zonas montañosas.
Básicamente consiste en un cambio brusco de la dirección del viento en su sentido horizontal. El hecho de que suceda cerca del suelo hace que en muchos casos se produzca en momentos tan críticos como el aterrizaje, con el riesgo que conlleva. Un buen número de accidentes sucedidos en los minutos finales del vuelo se deben precisamente a la presencia de éste indeseable fenómeno.
Altas temperaturas
El aire pierde densidad al mismo tiempo que se calienta. En otras palabras, el aire caliente es menos denso que el aire frio. Ésta circunstancia limita la operación de los aviones en entornos muy cálidos. Para lograr una velocidad relativa con respecto al aire requerirán alcanzar una mayor velocidad sobre el terreno y recorrer una mayor longitud de pista. Además, a mayor altitud, menor densidad. Ambas circunstancias unidas -altitud y temperaturas elevadas- comprometen seriamente la operación aérea.
Para obviar esta circunstancia existen tablas de conversión. A partir de los datos de temperatura, altitud y peso del avión, permiten determinar la longitud de la pista necesaria para el despegue o si en una determinada pista es posible despegar o no. Como nota curiosa, en Ciudad de México, cuyo aeropuerto está situado a 2.230 mts. (7,316 pies) de altitud. En verano, el despegue de aviones de grandes dimensiones como B747, B777 o A380 están prohibidos durante el día y se limitan a las horas nocturnas, ya que por la noche el aire más frio facilita la operación.
Un suceso frecuente es el impacto de pájaros con aeronaves. ¿Cuán común es éste incidente? Puedes verlo detallado en este artículo.
En otro artículo trataremos más fenómenos meteorológicos, como la baja visibilidad o niebla que también afectan a los vuelos de las aeronaves.