Cómo gestionar las turbulencias

Aunque generalmente no son visibles, en presencia de vapor de agua o humo las turbulencias pueden aparecer en forma de remolinos. Suelen llamarse ‘olas del cielo’.

Cuando un avión pasa por una zona de turbulencias, la sensación generalizada es la de estar pasando por una carretera llena de baches. En ocasiones la turbulencia puede incluir cambios en la fuerza G (fuerza de la gravedad) que se manifiestan con una sensación de pesadez o ligereza –según se trate de “G” positivos o negativos- así como un movimiento ondulatorio más o menos suave.

En sí, las turbulencias no representan una amenaza ni para el avión, para los pasajeros. Puedes comprobar la resistencia del ala de un avión aquí. Los aviones se diseñan para soportar turbulencias mucho más severas que las mayores a las que se verán sometidos a lo largo de su vida útil. Además, los aviones en la actualidad están equipados con tecnología como radares meteorológicos que permiten a los pilotos detectar y estimar la magnitud de la mayor parte de las turbulencias.

¿Qué es una turbulencia?

Las partículas que forman la atmósfera tienden a desplazarse de manera laminar en capas superpuestas con diferentes densidades y temperaturas sin mezclarse. La turbulencia se produce cuando este movimiento estable se ve perturbado por corrientes ascendentes a mayor temperatura, por la presencia de obstáculos como montañas, o incluso por el paso de un avión.

Diferentes situaciones meteorológicas pueden ser causa de turbulencias. En un pasado artículo explicamos los principales fenómenos meteorológicos más peligrosos para un avión.
Podemos encontrar diferentes tipos de turbulencias:

  • Nubes de desarrollo vertical. Corrientes ascendentes o descendentes
  • Turbulencia en Aire Claro (TAC). Es una de las situaciones de turbulencia más temibles, por cuanto al no estar asociadas con un frente nubosos son muy difíciles de predecir. Pueden ir asociadas al Jet Stream, corriente muy fuerte de viento, que se origina en las capas altas de la troposfera e incluso en la capa baja de la estratosfera y que se extiende a lo largo de varios miles de kilómetros.
  • Wind shear o cizalladura. No se trata de una turbulencia propiamente dicha, sino que es una variación brusca o muy brusca de la intensidad y dirección del viento. El “wind shear” suele ir asociado a situaciones de inestabilidad atmosférica, y resulta especialmente peligroso en las fases finales de aproximación y aterrizaje.
  • Generadas por otros aviones. Son producidas por los extremos de las alas y consisten en vórtices turbillonarios ciclónicos –en presencia de vapor o de nubes, llegan a ser visibles- que pueden alcanzar velocidades muy elevadas, de hasta 90 nudos/hora (casi 170 km/hora). En fases de aproximación entrañan riesgo para el avión que vuela detrás aunque, dado que tienden a “caer” hacia el suelo, basta con mantener una senda ligeramente por encima para evitarlos.

Clasificación de las turbulencias

Las turbulencias se pueden clasificar según su magnitud. Por tanto serán:

  1. Turbulencias ligeras. Los pasajeros notarán pequeñas sacudidas, pero el servicio a bordo puede darse con total normalidad.
  2. Turbulencias moderadas. La intensidad de las sacudidas va en incremento, y se enciende el aviso de abrocharse los cinturones. No obstante, en general, el servicio a bordo puede continuar.
  3. Turbulencias severas. En esta situación los ocupantes del avión, sean pasajeros o auxiliares de vuelo, corren el riesgo de golpearse contra las paredes o el techo de la aeronave, por lo que permanecerán sentados y con los cinturones abrochados.

Para evitar cualquier riesgo, antes de iniciar el vuelo se consultan las previsiones meteorológicas METAR y TAFOR y se consultan los mapas significativos para hallar la mejor ruta.

¿Qué hacen los pilotos cuando hay turbulencias?

Los pilotos son los primeros en tener conocimiento de que se va a atravesar una zona de turbulencias, ya sea por indicaciones desde el control en tierra como por avisos de otras aeronaves o la consulta de las previsiones meteorológicas como hemos mencionado anteriormente. Este fenómeno supone más un problema de comodidad que de seguridad, que no obstante puede generar inquietud en el pasaje.

Cuando el piloto detecta la turbulencia los pasos que sigue son:

  1. Avisar a los pasajeros. Se encienden las señales luminosas de ajuste de cinturón, para que los pasajeros permanezcan en sus asientos. Los aseos a bordo quedan cerrados. Además, dependiendo de la severidad de la zona turbulenta a atravesar, se avisa por megafonía y/o se suspende el servicio a bordo.
  2. Hablar con control aéreo. Se solicita al control de ruta que esté monitorizando el vuelo en ese momento un cambio de nivel de vuelo (altitud) hacia un nivel superior o inferior más estable. Normalmente, si el nivel solicitado está libre, se suele autorizar la operación.
  3. Establecer comunicación con otras aeronaves. Si otras aeronaves están procediendo por la misma aerovía en sentido contrario se puede establecer comunicación, tanto para recabar información como para prevenir de la presencia de un área turbulenta.

Normalmente, las rutas comerciales intentan evitar en lo posible las zonas turbulentas, por lo que representan en cuanto a pérdida de confort para los pasajeros –el temor a las turbulencias es una de las primeras causas de la aerofobia, o temor a volar-, pero tenemos que tener muy claro que no entrañan el menor riesgo para la aeronave. Después de todo, el avión (y no nosotros) es quien en el aire se encuentra en su medio natural.

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