De 2008 a 2015, se reportaron casi 98.000 choques de aves con aviones o “bird strike”, según datos de la OACI (Organización de Aviación Civil Internacional). Es una evidencia que éste es un suceso relativamente común de los viajes aéreos modernos.
Estas colisiones son mucho más frecuentes durante las maniobras de despegue y aterrizaje, ambas fases críticas del vuelo y en las que la interrelación entre aves y aeronaves resulta posible con mayor facilidad. En este sentido es muy importante la resistencia de la aeronave, y para ello durante el proceso de certificación se efectúan pruebas de comprobación que incluyen el lanzamiento de objetos de peso y masa similares al de un ave de mediano tamaño contra las zonas más expuestas a un impacto directo. Hoy en día los aviones comerciales son increíblemente resistentes -aunque no inmunes- a este tipo de impactos y sus consecuencias sobre parabrisas, bordes de ataque, y motores.
Tras experimentar un impacto (bird strike), el avión debe ser retirado inmediatamente de servicio (a esto se le denomina un “no go”) para examinarlo en busca de posibles daños, con los costes directos e indirectos que comporta para la aerolínea. Cuantificando estos daños se calcula que el costo estimado de todos los impactos de aves en la aviación, según la Agencia Espacial Europea, es de más de 1.000 millones de dólares al año.
Con cierta frecuencia cabe lamentar víctimas o heridos en aviación debidos a impacto por ave, aunque la mayoría de la veces estos episodios pasan desapercibidos. No así en el caso conocido como “el milagro de Hudson”. El 15 de enero 2009 un Airbus A320 US Airways despegó del Aeropuerto La Guardia en Nueva York con destino el Aeropuerto Internacional de Charlotte, pero se vio obligado a aterrizar en el rio Hudson, después de que una bandada de pájaros inutilizara los dos motores del avión tras el despegue. El episodio fue calificado por la prensa como milagro, ya que la pericia del veterano comandante Chesley “Sully” Sullenberger y su copiloto Jeff Skiles salvaron las vidas de los 150 pasajeros y 5 tripulantes de ese vuelo.
En la mayoría de casos, los impactos de aves contra aviones de producen por debajo de los 150 metros de altura, ya que la mayor parte de las especies no vuelan a mucha altura. No obstante, se han producido avistamientos de aves como cóndores y buitres por encima de los 10.000 metros de altitud.
Actualmente, existen ciertas estrategias preventivas para evitar estos sucesos. Algunos aeropuertos, como son el de Laguardia y JFK de Nueva York, reúnen los gansos y optan por sacrificarlos con gas. Otros aeropuertos también optan por efectuar tiros al aire con una pistola, o emplear otros animales como aves de presa o perros de caza.
De todas formas, existe tecnología que proporciona otras maneras de prevenir el «bird strike».
Hace poco, se descubrió un nuevo método de ningún modo peligroso. Un estudio publicado en la revista PeerJ, que fue elaborado por investigadores de la Universidad Purdue, demostró quelas luces LED rojas y azules son capaces de ahuyentar a los pájaros de forma eficaz y hacer que continúen su vuelo en dirección opuesta.
Los investigadores que hicieron el estudio lo probaron en tordos. Así, observaron que estos pájaros evitaban seguir las rutas iluminadas con luces LED azules y rojas, pero que la luz ultravioleta (UV), la verde y la blanca les era indiferente.